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01-03-2017

    Original, contestataria y arquitecta

    “De pequeña jugaba mucho con muñecas, pero la mejor parte era la escenificación, a la que podía dedicar horas”

    En cuanto a contestataria, también le viene de siempre, con un espíritu que le ha llevado a cuestionar el “esto se ha hecho siempre así”, aunque sin necesidad de perder las formas ni enfadarse con nadie. “Creo que es un ejercicio saludable precisamente empezar a ejercer ese rupturismo con personas a las que quieres. Es positivo, porque te impide caer en la simplificación de los que no piensan como tú. Yo quiero un montón a mis padres, aunque piensan de forma radicalmente diferente a mí. Esas primeras rupturas –generacionales, pero también ideológicas- es bueno vivirlas con gente a la que quieres; te enseña a mimar la controversia, las diferencias de opinión, y también a tratar a la gente que piensa distinto con respeto y afecto”.

    Porque nadie que conozca a Izaskun por su obra, o incluso en persona, puede imaginar el entorno en que se crió, tan alejado de su arte rompedor. “La gente se sorprende cuando ve lo que defiendo en ámbitos sociales, políticos o de diseño –recuerda la arquitecta-, pero tuve una educación más o menos tradicional: colegios de monjas y curas; esas cosas, una infancia normal y muy feliz, maravillosa, en una familia relativamente convencional, muy madrileña, muy española y católica”.

    Fue ese entorno ‘convencional’, esa atmósfera familiar tradicional la que primero sirvió a Izaskun de ‘campo de pruebas’ de su innato enfrentamiento –pacífico, respetuoso- con lo establecido. “Recuerdo una parte de mi vida en la que mi madre pronosticaba que estaba pasando por un periodo de rebeldía,  pero que se me pasaría y cambiaría. Ahora no te interesan los juegos de té, me decía, pero ya te interesarán, y lo mismo con cosas más importantes como el matrimonio. Luego ha ido viendo que ese tiempo no llegaba, que no cambiaba mi actitud, que lo que llegaban eran cosas muy diferentes a sus expectativas”.

    “Mi madre no entendía por qué me comportaba como lo hacía, por qué vestía de forma tan radical. Y ha vivido todo eso pensando que cambiaría. Poco a poco ha ido dándose cuenta de que todo eso forma parte de lo que conoce la gente de mí, que es algo consolidado, y tanto ella como mi padre inician entonces una transición mental suave hacia la aceptación”.

    Era la edad del despertar, de salir de noche, en un Madrid vibrante sacudido por el brillo de la Movida. Izaskun tuvo que pelear para salir de noche, esa noche, esa vida noctura de Madrid que, en sus propias palabras, “ha marcado a fuego a la generación a la que pertenezco”.

    “Salías de noche y te encontrabas, no sé, a los hermanos Almodóvar o a David Delfín, a gente que luego me he ido encontrando en diversos ambientes. Éramos todos muy libres aunque pensáramos de forma distinta.  Eran esas conversaciones eternas de la noche madrileña con personas de diferentes carreras. De día estabas en tu carrera, en una casilla y durante la noche era donde aparecía esa mezcla inesperada”.